Pero Palo: fiesta de carnaval

Después de finalizado el Ofertorio y la Jura de bandera los calabaceros, acompañados icómo no! por los tamborileros se dirigen, junto con quien porta al muñeco,

al domicilio del peropalero mayor en donde se guarda el muñeco durante todo el año; allí se procede a realizar la decapitación del muñeco y a colocar el cuerpo sobre unas angarillas con el fin de llevarlo a la plaza para al ser manteado disparar sobre él los escopeteros que encarnan la justicia y el poder. Cuando tras haber volado varias veces por los aires el cuerpo queda deshecho se quema el heno que servía de cuerpo. No hace falta decir que en la plaza reina una gran expectativa que con frecuencia resulta frustrada pues el estado incontrolable de los calabaceros y jóvenes de su edad llevados acaso de un deseo de hacer gracias, naturalmente de un humor sui géneris, se dedican a romper el muñeco antes de llegar a la plaza con lo que el manteo apenas resulta vistoso por estar ya el cuerpo totalmente deshecho. Por otra parte la suplantación que se hace del muñeco, admitida tradicionalmente, resulta en los últimos años demasiado burda pues no se tiene en cuenta el color negro del traje del Peropalo y se coloca, en la masa casi amorfa que será manteada, un mono de trabajo de color azul. El ajusticiamiento del Peropalo tal como se celebra en la actualidad dista mucho del modo de celebrarlo años atrás, pues si siempre se ha admitido la suplantación para guardar el traje y la decapitación, para conservar la cabeza, - en el fondo este hecho tiene una significación mucho más profunda como veremos después - la tragedia tenía antes un aire de drama grotesco mucho más acentuado. El pueblo se dividía en dos bandos, mostrando cada uno una reacción contraria al otro sobre la muerte del Peropalo. Así unos gritaban eufóricos" iMuera!" mientras los otros simulaban llorar por la muerte del personaje al tiempo que imploraban su perdón. Para contribuir más al aire de farsa algunos ancianos se disfrazaban de mujeres y se enjugaban las lágrimas con las sayas poniendo una nota grotesca, próxima a lo esperpéntico, en la hora final del protagonista de la fiesta, sin que en ningún momento se perdiese el aire lúdico de la escena. Hoy día, por mantear un cuerpo informe, en el que la apariencia humana es mínima, la fiesta empieza a alejarse de la tradicional. Se conserva aún la división y también se pueden encontrar quienes fingen llorar por el ser que va a morir. Si alguien adopta actitudes femeninas siendo varón hay que interpretarlo como una consecuencia más de ese intercambio de roles que es propio del Carnaval. El que antes se vistiesen los hombres con sayas femeninas se justificaba, según alguno de nuestros informantes, porque a la ejecución no asistían las mujeres las cuales se encerraban en la iglesia para rezar a Cristo. Esto, si sucedió, debió perderse hace muchísimos años pues una anciana, casi centenaria, no recuerda haberlo conocido en su infancia y asegura que las mujeres estaban presentes cubriendo su cabeza con la saya negra llorando la muerte inevitable de Peropalo, del que gritaban haber recibido numerosos favores por lo que suplicaban su perdón. ¿Farsa o realidad? Tal como lo recuerda la gente hemos de aceptar el divertimento de la farsa; sin embargo, hemos de pensar que en algún momento el muñeco pudo tener una significación más trascendente aunque nos cueste comprenderlo. La mentalidad de nuestros antepasados era muy distinta de la nuestra. Quizás no esté demás hacer una observación similar a la que hace a los críticos e historiadores uno de nuestros más insignes investigadores, el extremeño Rodríguez Moñino, quien refiriéndose a los estudios sobre la poesía del siglo XVI advertía que no es lo mismo la realidad presentada por la crítica que la realidad auténticamente vivida por los habitantes y escritores de aquellas kalendas. A la hora de comprender el folklore no podemos olvidar esta misma observación; el hombre tiende a pensar que sus semejantes han sido siempre muy similares a él y no se advierten los cambios que se han ido produciendo paulatinamente en la mentalidad de los pueblos. Tras la quema del pelele la jota pondrá fin al rito del Peropalo. En las calles y en las tabernas las rondas pondrán el broche final al festejo.

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